lunes, 30 de abril de 2012

martes 13 de marzo 2012


Lo sé, ya viene la despedida, la distancia, las semanas, el océano. Viene la temporada de ser responsable. Viene el orden sagrado de las cosas y las horas: Mine dormirá temprano, yo cumpliré con mis deberes.

De momento, me gusta el alegre desorden, el plan de último minuto, el vacío de horas. Ayer no toqué mi libro de leyes;

me fui a Brisbane con el cabello mojado, aplicando maquillaje y barniz de uñas en el carro con Troy en el volante. Me senté en el Tea Centre de Albert Street, a mirar las diminutas flores de las latas de té de jazmín,

como en los viejos tiempos con mi amiga Fanny en La Candelaria,

y su mezcla inverosímil de flores y Venezuela y cuentos judíos y holandeses. Saqué mi cuaderno de notas, y a lo más alcancé a escribir que Florence + The Machine estaba tocando una versión acústica del último disco. Compré un libro de Yukio Mishima, escogido muy por encima de And the ass saw the angel. Divagué y me perdí. No llegué a la cita acordada y no pagamos el parquímetro a tiempo y seguro viene una multa en el correo.

Pero se me antojó esto:

que la vida me guiña el ojo con una coquetería irresistible.

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