lunes, 30 de diciembre de 2013

El rumor del oleaje, Yukio Mishima

 El libro le hace más que justicia a la fama de belleza que lo precede. Yo, habiendo leído ya La perla y otros cuentos y Después del banquete, me temía un poco las altas expectativas que tenía al comenzar El rumor del oleaje. Me asombró gratamente que no quedaran decepcionadas.

La historia de Shinji y Hatsue es un canto a la inocencia, que de alguna manera -como las ondas en el agua cuando se arroja una piedra- se extiende hacia las mejores cualidades del ser humano y resuena en el lector. Los encuentros entre los amantes son fugaces, casi accidentales y los diálogos les hacen eco en su carácter mínimo y sorprendentemente ajenos al tema amoroso. En lugar de ello la trama se presenta, por una parte, en los gestos de los personajes (o más bien, en la represión de los mismos), y por otra, en las imágenes que utiliza Mishima para ilustrar las impresiones del joven Shinji con respecto a Hasue.

Por supuesto el mar es parte vital del libro y sirve tanto de atmósfera como de metáfora, y parece ir de la mano con los sentimientos que experimenta Shinji: unas veces se inquieta, otras se vuelve sereno y canta, otras se encoleriza. La frase que le da título al libro se repite en dos o tres momentos claves de la historia.

El rumor del oleaje es también una novela sobre relaciones humanas. En una isla pequeña y de limitados recursos, los lazos estrechos y la capacidad de confiar en el otro son imprescindibles para la supervivencia. Encuentro que en el libro hay cierta tendencia al romanticismo: incluso los personajes en los que se puede leer cierta mezquindad o abierta maldad, consiguen redimir sus acciones o quedan olvidados de un modo un tanto inexplicable. En todo caso es un mal menor y los gestos del fácil perdón no hacen sino acompañar armoniosamente el tema central.

La narrativa de Mishima tiene una precisión exquisita: las descripciones no se alargan y hay pocas justificaciones en las acciones de los personajes, sin embargo el libro está colmado de gestos y silencios que consiguen el efecto de un profundo diálogo. De vez en cuando, entre estas líneas minimalistas se cuelan las imágenes poéticas que creo que le dan fama al texto. Me alegra haber leído acompañada de un mapa; el aspecto geográfico es bastante importante en lo que es, sin más palabras, un libro realmente hermoso.

lunes, 23 de diciembre de 2013

A las palabras

A las palabras se les puede pronunciar, escuchar, buscar, esperar.

En vilo, en vano.

Hay quien las invoca, incluso quien sufre el accidente de encontrarlas a pesar de la arena, las cuevas, el tiempo, la falta de memoria, otros escondites menos evidentes.

Que a eso se le llame fortuna es otro asunto.

Las palabras son su propio cuerpo cósmico, tienen su espacio y su tiempo.

¿Nacen, las palabras? ¿Quiénes son las parteras? ¿Quién la madre que las aúlla?

A ellas, indómitas, no se les puede obligar, es un ejercicio insensato: sería como querer deshojar una piedra o pretender desnudar a una sombra.

No es verdad que nos llegan, porque desconocen los caminos: no son viajeras, no entienden de puertos ni destinos.

Las palabras no pertenecen al hombre, sólo algunos hombres pertenecen a la palabra.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Los árboles de Eugenio Montejo

Tengo unos celos atroces de Montejo. Le sobran sol y semillas, tiene el corazón rebosante de agua y tierra fértil. El árbol frondoso que es su poesía es un árbol de fuego más parecido al ave fénix  que a cualquier cosa arraigada en la tierra. Yo en cambio no tengo sino un cactus. Y este cactus a su vez no puede sino ser él y fabricar más bien espinas, del mismo modo que el cerezo no puede evitar ser lo que es y no se le puede decir: no florezcas.

Una que otra vez, una imagen afortunada me visita -un milagro, un oasis por decir lo menos- y me quedo contenta con eso, me es suficiente, al menos por un tiempo. Mis poemas tienen muchos remiendos, les quito, les pongo y nunca me convencen del todo, porque siempre encuentro que les falta cierre, fuerza y sobre todo, ritmo.

Por eso tengo celos de Montejo. Tiene una canción suave que le va maravillosamente a sus pájaros, sus árboles, su destiempo, sus fragmentos, sus memorias. Uno lee imágenes y uno camina con los zapatos de Eugenio, que a veces van con piedras, pero siempre van cantando. Y eso me asombra. Cuento las palabras y busco rimas escondidas. A veces las encuentro y pienso: "Ah, sólo si..." ¿Pero con qué objeto? La imitación sería deshonesta y en todo caso nada de lo suyo aplica a mí: él allá, amo de sus versos y yo aquí, sola con mis celos.

martes, 10 de diciembre de 2013

No. 95

no me hallo sino en la soledad

hora imposible augusta

de los silencios

hay un algo

transparente cercano despierto

que me separa

me instala en estas palabras

hay un misterio largo

casi domesticado

en esto de la noche

sábado, 7 de diciembre de 2013

He aquí Palau

"The Palau Diaries" es un blog que comencé hace alrededor de un año, con la idea de dejar notas sobre lo que es vivir aquí, cómo es el estilo de vida, qué puede esperar el recién llegado, a dónde puede ir. Luego de larguísimas consideraciones entre hacerlo público o no, me he decidido por lo primero. Así que les dejo el link (el blog está en inglés). Espero actualizarlo una o dos veces por semana y a los que quieran seguirlo, los invito cordialmente. Ustedes que también escriben blogs saben lo difícil que es promocionarlos. El empujoncito del comienzo se les agradece mucho!

The Palau Diaries

miércoles, 4 de diciembre de 2013

1984, George Orwell

El tema de este libro me remitió directamente a memorias de mis lecturas de Aldous Huxley y el problema moral del hombre como individuo en contraste con el hombre como parte de la maquinaria social. El protagonista y su impulso natural a cubrir las necesidades internas más básicas se enfrentan al poder omnipresente de Big Brother y el Ingsoc que le guarda con extremo celo.

La narración de Orwell es muy dinámica y la tensión comienza desde la primera página, extendiéndose hasta la última línea del libro. La libertad es un instinto tan primitivo en el ser humano que sin mayor esfuerzo el mismo miedo que plaga cada paso del personaje principal y la rebelión que lo impulsa a actuar se transmiten al lector, convirtiéndolo en complice de los pequeños escapes y las momentáneas burlas al sistema. Muy fácilmente me encontré soñando sobre el futuro con Winston Smith, recordando y sintiendo nostalgia con él sobre el pasado, como si de pronto yo también hubiera perdido la vida que me es conocida y que está aquí mismo, al cerrar el libro. El carácter precioso que adquieren ciertos objetos más bien ordinarios, símbolos de el estilo de vida desaparecido, queda bien comprendido. La desconfianza al colega-vecino-padre-hermano-amante-prójimo y el consiguiente sentimiento de soledad que despierta en Smith, hacen de 1984 una historia que resuena y se alimenta del temor innato del lector.

Las últimas páginas son una verdadera tortura; uno está esperando un triunfo individual que página tras página tras página no termina de llegar. La comida se quema, los niños lloran, el teléfono suena y uno no puede dejar de leer. ¿Es la esperanza también un instinto?

Sufrí mucho con este libro (creo que llegué a comerme las uñas) y confieso que me dejó más desasosiego que optimismo sobre la raza humana y la vida en general. El peso del ojo vigilante de Big Brother se me quedó en los hombros y anduve cabizbaja por unos días. Con todo y eso, considero que la novela es no sólo recomendable, sino obligatoria (por lo menos a modo de cultura general). Por mi parte puede que de masoquista hasta le dé otra lectura algún día.